El rosal

16:48 Unknown 0 Comments



Él era su único amigo: peludo, gordinflón pero lleno de energía; él único, que le escuchaba, que le hablaba, y que le hacía sentir querido. Él era Dan, su amigo, su gato… él era… ahora era. Había crecido estos últimos seis años a su lado. Su compañero, confidente, su sombra… él era.
Él es un alma en el purgatorio. Él es Ianthe, niño de doce años que por alguna razón, de alguna manera, termino aislándose de la realidad. Bien según estaba vivo, pero se le veía casi muerto: delgado, todo pálido y con las manos siempre frías. Él no era así, él es así.

INVIERNO
No hace un par de semanas la pared de su obscura habitación fue penetrada por los rayos del día, y se dio cuenta que existía algo mas allá de sí.
Esa mañana hizo contacto; vio el exterior. Jalaba Las pesadas y polvientas cortinas para ver el extraño resplandor: ella iba pasando, lentamente, entonando una melodía. La luz le cegó por unos segundos. Luz, después blanco, después: ella. “Ella”, así decidió nombrarle. Ella era su único portal hacia la realidad. Cada momento que retiraba las cortinas, esperaba a que la ceguera se desvaneciera para que después “Ella” apareciera como todas las tardes.
Ella era un aniña sana, llena de dicha y alegría; con sus chapitas bien marcadas, rizos castaños y su vestido de diario. Ella vivía en la casa de junto, ella…
Es la realidad.

Ianthe pasaba la mayor parte del día distrayéndose con dan, solos, los dos encerrados en la casa, a veces en la habitación durmiendo, esperando a que terminase lo que sobraba de día. ¿Sus padres? “Trabajan” respondería de seguro Ian con un tono seco, ronco, enmudecido. Comía en compañía de Dan, lo que “mama” ya había dejado preparado sobre la lacena. ¿Escuela? Eran vacaciones de invierno: la eternidad; sin nada que hacer… solo “ella”.

-Dan- decía Ian- ella es lo mejor que me ha pasado. (Y lo único que le había pasado) Es lo más hermoso que he visto. (Lo único que había visto) Ella me hace sentir que soy real. (¿Qué no existía en verdad?) Lastima que me esconda… me da vergüenza que me mire. (¿Qué le podía ver?)

Así era Dan: ERA. Siempre echado sobre sus patitas con las orejas bien paradas, y con sus grandes ojos verdes mirándolo, como si le entendiera cada letra, palabra, frase que le decía Ian, y con un movimiento de cola, un ronroneo o un maullido le respondía: “No lo sé”, “Si” o “No”. Así eran las conversaciones en la obscuridad:
-¿Crees que algún día se fije en mi?
-(Ronroneo)
-… ¿y qué le guste?
-(Movimiento de cola)
-¿Crees que deba darle… algún presente?
-(Ronroneo)
-¿Una rana?
-(Maullido)
-Entonces, ¿Qué debo de darle?
-(Se levanta, se estira y salta de la cama. Se va)
A veces el gato se cansaba de decirle que hacer al niño y solo se marchaba. Lo volvía a dejar solo… como todos los demás, pero sabía que regresaría mas tarde para pedirle alimento o leche. “¡Ah! Que Dan” exclamaba Ian.
Él es su sombra, gato negro sombra. Él era su compañero.

Cuando llegaba la mañana era un ritual: cortinas, polvo, tos, luz, blanco, ella.
Ianthe sabía con exactitud en qué momento pasaría por su ventana: por la mañana salía; en la tarde, a jugar; y si transcurriendo el día escuchaba esa dulce melodía… corría de nuevo hacia el ritual: cortinas, polvo, tos, luz, blanco, Ella. Esto ocurrió tan seguido, que “polvo” llego a ser suprimido del ritual, al igual que “tos”, unas semanas después.

-¿Crees que me haya visto?
-(Movimiento de cola)
-¿crees que deba darle algún presente?
-(Ronroneo)
-¿Flores tal vez?
-(Se va)
-¿Rosas?... ¡Rosas!- exclamo, cuando vio que le gato masticaba un ramo de rosas secas sobre su tocador.
Pero, ¿de dónde sacaría rosas?  Jamás se atrevería a salir… ¡solo! Solo a las frías calles, y exponerse a que se burlaran de él por su insalubre apariencia, o que alguna señora se desmayara por ver un niño tan feo…
-¡Plantémoslas!- se dijo a sí mismo- pero… ¿en invierno? ¿Plantar rosas? ¿Y en el suelo más seco, frio e infértil que podía existir alrededor de varios y varios kilómetros? Imposible…
Esa noche, dan no durmió con él.

El día paso, y la noche volvió a llegar. La noche más obscura y fría, la habitación estaba más negra que de costumbre-
El niño se sentó en la cama y sintió como el gato se acurrucaba frente a él, listo, como siempre, para escucharlo:
-“Ella” es la luz, ella lo es todo…
-(Ronroneo)
-Si no fuera por Ella mi vida seguiría siendo la misma fea y aburrida de siempre…
-(Ronroneo)
-Ella me hace sentir fe… feliz- pronuncio con dificultad.
-(Ronroneo)
-Y mi corazón (Si es que tenía) late muy muy fuerte cuando le escucho cantar…
-(Ronroneo)

¡Genial! El gato parecía complaciente esta noche.
-… y necesito- prosiguió Ian- demostrarle lo que siento. (¿Sentía?)
-(Ronroneo)
-Y… he decidido regalarle rosas.
-(Ronroneo)
-Pero no tengo rosas, así que las plantare yo mismo.
-(Ronroneo)
-Así, supongo yo, tendrían aun más significado… ¡mucho más valor!, y entonces, ella sabrá cuanto la quiero.
-(Ronroneo)

Ian paso su fría y huesuda mano por el lomo del gato, suave, gordo, gato. Lo acaricio.
-“Ella” es espacial para mí.
-(Ronroneo)
-Y se que ella me hará feliz
-(Ronroneo)
Y en un segundo se abalanzo sobre el gato.
-(Maullido) (Grito)
-Lo siento Dan
-(Maullido)
Y apretó el pescuezo del animal con sus dos heladas manos, como la muerte, como el invierno.
¡Ianthe!, el niño pálido de doce años, sin padres, sin vacaciones, sin confianza, sin sombra… se había quedado sin sombra.
Esa misma noche, por la madrugada, salió y enterró el cadáver del gato junto a la puerta de la casa de Ella, y con él, las rosas secas que tenia de adorno sobre su tocador. Y así fue como, todas las noches, antes de que saliera el sol, o alguien le pudiera ver, Ianthe iba a regarlas con un vaso de agua.
Los brotes salieron y en primavera, florecieron.


PRIMAVERA
Ese día, Ella iba saltando, y tarareando esa dulce melodía, y por primera vez, se detuvo su canción, se escucho un gran silencio, y luego… exclamo con una gran risa: había visto las rosas.
Ian espiaba por la ventana con suma alegría.
“Ella” se acerco y las miro maravillada. Las rosas tenían un rojo profundo que llenabacada uno de sus pétalos, rojo como si la misma sangre del ser más querido en la tierra corriera por cada una de sus raíces hasta llegar a los botones que se abrían con majestuosidad inigualable.
“Ella” se acerco aun mas al rosal para tomar una. Estiro sus tiernas y pequeñas manos lentamente y al tocar el rosal… soltó un alarido de dolor: se espinó.
Los padres de Ella salieron alarmados de su casa. Le vieron sus manos llenas del mismo color de las rosas, como si las hubiese despintado y enseguida metieron a la llorosa niña dentro de la casa. Segundos más tarde, su padre salió con unas grandes tijeras de jardinería y corto por completo el rosal.

¡Oh, pobre Ianthe! ¡Sentía morir (¿de nuevo?) por cada tusada que daba el padre con coraje a aquel rosal!
Después de cortar todo el rosal, el padre de Ella las puso en un abolsa de plástico negra, de basura. Más tarde fue por una carretilla y herramientas, y en unos momentos hubo una plancha de cemento en lugar del rosal. El padre coloco un columpio metálico, frio y metálico, sobre el cemento fresco y luego, volvió a su hogar.

You Might Also Like