W.E.Y

16:37 Unknown 0 Comments


Ayer se ha cumplido un mes desde que mi hermano decidió tirar de la cuerda de la vida y enrollársela en el cuello para que la puerta de salida de emergencia se abriera:
"Rómpase en caso de Sin sentido"

Se han cumplido dos meses desde que regresé al cerro dónde me crié, el del guerrero, por andar jugando al héroe (como mi hermano) y salí bateada por creer que las amistades son desinteresadas (y es que detrás de todo acto humano hay un interés o deseo que lo motiva a)

Veo como la familia trata de sobrellevar esto:
Nos dejaste marcados Toñito, con la brasa más caliente que guardabas en tu hoguera.
Escucho los comentarios referidos como "Aquí ya no hay culpas", "Nadie tuvo la culpa, tu hermano tomó su decisión y hay que respetarla" Como si hubiera que respetar el dolor por los golpes del otro, hay que respetar la agresión (?)  [...] No sé si realmente puedo respetar el acto que hiciste hermano. Creo que no lo respeto, no puedo, más bien lo acepto porque la verdad no me queda de otra.
Ya no hay nada que pueda hacer,
ni para volver el tiempo atrás,
ni para intentar convencerte de no hacer tantas mamadas,
ni para orientarte o platicar contigo,
de que vayas un poquito más despacio, de que me importas,
de que por eso siempre pregunto por ti y qué andas haciendo,
y todos aquellos intentos desesperados de pedir a mis padres de que se hicieran responsables de ti de una vez por todas, de que te atendieran, de que te amaran como siempre quisiste.

Siempre recuerdo aquella vez, (12 años) en la que nuestros padres peleaban como a diario, porque eras latoso, desobediente, terco y parecía que vivías en otra realidad a la que nadie podía accesar.
Recuerdo que desperté en la noche y bajé. Me senté en el cojín de nuestro perro Tomás, y les dije "Yo sólo les voy a decir una cosa. Todo el amor y la atención que a mí no me dieron dénsela a él, porque no está haciendo otra cosa que pedir que lo quieran" y así era hermano.

Recuerdo también aquella noche que llegaste con una motoneta que te habían cambiado por dos celulares, y resultó ser robada. Entonces toda la familia se abalanzó sobre ti (como siempre) y te gritaban "¡No Antonio, entiende que no!" mas insultos y ataques, porque sólo saben ladrar y morderse entre ellos. Y tú reaccionaste (como siempre) explotando, impulsivo y lleno de rencor, testarudo, que querías irte de la casa (como siempre, como yo nunca grité) y tuvieron que encadenar la moto en el patio para que no te largaras. Entonces yo te alcancé en la puerta de la calle antes de que pudieras salir, y te dije "Toño, podrás verle la cara a todos, pero a mí no. Todo lo que haces es porque estás buscando la muerte. Tú lo que quieres es morirte" y tu expresión de macho fuerte enfurecido y orgulloso se quebró y rompiste en llanto. Y yo te intenté abrazar llorando pidiendo que ya pararas pero me aventaste y me quedé con un nudo en la garganta y los brazos vacíos.
Me dueles hermano, siempre me doliste.

Entonces cada vez que me enteraba de que te desapareciste, de que no habías llegado a casa, de que ahora te regresabas caminando a casa en la madrugada, renegando tomar un taxi por tu seguridad a las 3 de la mañana, y ya te dieron un cachazo, 'ora te volvieron a asaltar por segunda, tercera, cuarta vez, 'ora que agarraste el coche de mi padre porque te fuiste a los arrancones, 'ora que te encontraron otra vez esa maldita pistola "de balines", o que te subieron pedísimo a la casa porque alguien te vino a dejar a la puerta de la casa y estabas todo vomitado y meado encima, y yo pensaba que seguro te habías metido algo. Yo siempre reaccionaba molestándome, me enojaba primero contigo, luego con mis papás, y después conmigo; porque tú no entendías y siempre era la misma historia; porque por más que intenté decirle a nuestros padres "ABRAN LOS OJOS. ¿Hasta cuando van a hacer algo? ¿Cuando tengan que ir por su hijo al hospital? ¿a la morgue?", y conmigo porque nunca tuve poder sobre ti, ni presencia con mis padres; porque todas las alarmas que intentaba dar a nuestra familia eran ignoradas, y llegó el día en el que me cansé de intentar hacerte entender, de advertir a mis padres, y de aquel día (7 años) en que se abrió la fisura entre nosotros cuatro. ("-¿Tú sabes que tu hermano está enfermo verdad? -Sí papá. -¿Tú sabes que le detectaron Déficit de atención? -Sí. -...de ahora en adelante tienes que aprender a estar sola, porque tu mamá y yo nos vamos a pegar más a tu hermano, a llevarlo a las terapias, a ayudarlo. ¿Puedes hacer eso?") Ahí quedé, como un elemento externo a esa triada de conflictos, y poco a poco de ser la voz de las advertencias, de los regaños para ti, me aparté por completo y me dediqué a perseguir lo que quería desde niña: Salir de ese lugar.

Todavía recuerdo la última vez que me enfrenté a ti: Discutías con mi madre (como siempre), pero esta vez sí te estabas pasando. Eran las once de la noche y yo escuchaba todo desde la habitación, y me molestó tanto tu cinismo que me levanté con un cinturón. Tendríamos tú 22 años y yo 23. Me puse frente a ti y te dije con tanto coraje "deja de contestarle a mi madre y has lo que te pide".
Y eran cosas tan sencillas como levantar tus zapatos, tu ropa del baño, lavar los trastes que habías ensuciado por la tarde o aceptar que andabas de loquillo con una niña y por eso no habías llegado la noche anterior, pero de todas esas cosas tenías el don de volverlas una locura, un problema que se hinchaba porque a esas cosas sencillas, con tu extraordinario poder del reprochamiento, le ibas cargando cosas de la semana pasada, del mes pasado, del año, de los años, de cuando niños; y mi madre de la misma actitud que tú, contestaba tus reproches con los de ella, y la pelea se extendía hasta por tres horas de gritos y contestaciones cínicas, en un papel donde todos se ponían la máscara de la indiferencia y el "no me duele, pero voy hacer que te duela más a ti".
Aquella noche te levanté el brazo con el cinturón en la mano y me tomaste de pronto de las muñecas y me fuiste haciendo retroceder. "Tú no te metas." me decías.
Nunca imagine que tuvieras tanta fuerza. Esa noche me dí cuenta de lo débil que era. ¿En qué momento cobraste tanto poder? ¿En qué momento se perdió el control?. Y no te diste cuenta de que me estabas lastimando, o quizás sí, pero seguías apretándome las muñecas y haciéndome retroceder aunque te dijera que pararas. Esa fue la primera y última vez que intenté interceder una de sus peleas, de utilizar la fuerza contigo, de defender a mi madre, de hacer algo. Ahí me di cuenta de mi posición en la familia: Nada.

Desde entonces me decidí a tratar de sacarte de mi vida. Yo te veía muy mal, muy desorientado, muy frustrado con todo, contigo, muy perdido, y sentía que cada vez que no aparecías ya te había pasado algo. Por alguna razón creía que ibas a terminar en silla de ruedas o con alguna discapacidad que limitara tu rebeldía, y que solo así aprenderías a amar la vida y respetarla...

Alguna vez te dije que te quería como a un hijo, porque a mí me tocó cuidarte cuando mamá se enojaba y nos dejaba sin comer o se olvidaba de nosotros, yo era la que prendía la estufa y se subía a un banco para hacer los huevos, o los hot cakes, o lo que encontráramos, y eso a mí me marcó muchísimo hermano... muchísimo. Luego vas creciendo y te me vas saliendo de las manos. Voy viendo como me voy haciendo más pequeña frente a ti e inofensiva, como vamos perdiendo la capacidad de estar juntos, de convivir, como las peleas comienzan a crecer y nuestras diferencias se van haciendo más marcadas.
Todo ese ambiente de barrio, de peligro, de narcos, vagos, arrancones, motos, malicia y reggaetón te encantaba; el ruido, ver como el agua se desperdiciaba, los pitbull, coches, armas, el ambiente de la falsa libertad donde no hay ni leyes ni reglas que seguir... y yo tanto que repudio todo eso, siempre. Hubo una etapa en la adolescencia donde fuimos enemigos, competíamos mucho por espacio, por autoridad y poder, y nos volvimos extraños, porque mi tendencia siempre ha sido alejarme de todo aquello que me incomoda o me hiere.

Estos últimos años, ya de "jóvenes adultos" tuvimos una convivencia más tranquila. Nadie se metía en la vida de nadie. Había pequeños roces pero hasta ahí. Te quería un chingo, pero crecimos aprendiendo a ponerse la máscara de "no siento", y nuestras muestras de afecto se limitaban a un "-Cámara carnala" y una palmada en el hombro o en la espalda... Ahora que lo pienso pocas veces nos abrazamos de mayores. Nos dedicamos a simplemente acompañarnos de vez en cuando al centro, a estar cada quien con su celular pero compartiendo la misma habitación, a hacer bromas en la hora de la comida o platicar de cosas sobre el chisme familiar. Un par de veces me salvaste el pellejo porque se me olvidaban cosas, y eso sí, eras el único que iba a consolarme si me escuchaba llorando en mi habitación. Gracias.

-Siempre soñaba con mi hermano. Soñaba que le pasaban cosas, que lo asaltaban, o le disparaban en la calle y yo veía y no podía hacer nada, o llegaba y ya era muy tarde-
Siempre soñaba esas cosas contigo, y te decía "Wey, soñé esto... cuídate, ya no andes de loco" y tú siempre decías "Na, no te preocupes, no pasa nada". Aquella vez que llegué a casa y te conté del sueño en el que te asaltaban con una pistola en la panadería: "y yo corría pensando, le va a pasar algo y nunca le dije que lo amo"... tu carita esbozó una sonrisa. "Ay, mi carnalita dijo que me ama". Fue un gran esfuerzo para mi confesarte lo que sentía, pero lo hice, te lo dije, y fue el logro más grande que tuve contigo. Eso fue en mayo o junio de este año.
Te amo hermano.

[...]

La verdad es que no puedo respetar tu decisión, no la entiendo, quizás sí, pero a veces creo que no era para tanto.

Comencé diciendo lo que la familia piensa respecto a las culpas. En tu suicidio hermano... yo veo la mediocridad de unos padres que no quisieron tomar responsabilidades como un conjunto, y que se la vivieron echéndose la culpa de tus actos entre ellos: que si uno no hizo y que si el otro hizo, pero nunca hubo una figura de papá y mamá juntos por su hijo; o era culpa de María o era culpa de Alejandro, y a veces, hasta a mí me tocaba porque no "hablaba contigo y te hacía entender".
Veo también la desesperación de buscar una salida fácil, de rendirse. Puedo leer por la forma en que lo hiciste, que hubo un reto, que lo desafiaste, y un deseo de demostrar algo, porque fue como si dijeras "en su cara, miren".
También veo el coraje, como si toda la frustración y el resentimiento que tenías desde niño se transformó en unas manos firmes para apretar la correa en tu cuello: te mataste hermano, te asesinaste. ¿de verdad crees que merecías morir? como si todos tuviéramos algo que pagar... y así fue.

Lo que más me duele es que aquella noche, cuando me subí de cenar y ya habían terminado todos los gritos, me acosté en mi cama y pensé "Deja le digo al wey que se suba a dormir aquí conmigo. Pobresito, va a creer que a nadie le importa o que no lo quieren" y me quedé a obscuras en silencio imaginando que bajaba las escaleras y te decía, "vente conmigo carnalito", y te recostabas y platicábamos hasta que nos diera sueño. Pero entonces vino un pensamiento en el que imaginé que si bajaba, y como siempre que haces cuando estás muy enojado, me decías que no, o me hacías una grosería y me despreciabas y yo regresaba a mi habitación sola... y me quedé pensando, indecisa hasta dormirme.

Quien diría que a la mañana siguiente ya habías abierto la puerta de emergencia y te habías escapado, como siempre, haciendo lo que querías, cuando querías y como querías...
No sé si algún día pueda dejarte de llorar hermano. Siento que parte de tus motivos son los mismos que yo he tenido para actuar de la manera en que lo he hecho. La diferencia aquí es que yo me retiré de una forma en la que mi interacción con la familia es mínima, pero aún me aparezco, tú en cambio, hiciste desaparecer tu presencia de la noche a la mañana, sin explicaciones.

A veces me pongo a pensar, si tantas veces amenazabas a mis papás que un día te ibas a matar... ¿por qué no hicieron algo? Te dejaron. Había un regaño, amenezabas, y se retiraban de ti, y hacías lo que querías... eso me duele mucho. Siento que fue como un cáncer que dejaron crecer en tu corazón y en tu mente. Nunca se me va a olvidar lo de la motoneta, porque para mí, fue como si confesaras el verdadero motivo, de todo lo que hacías.

¿Mejor por tu propia mano que por la de alguien más?
Nos hace falta tanto amor...

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