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Aquella puerta pareciera lejana, casi inexistente,
perdida en un abismo de penumbra, olvidada, escondida, oculta a cualquier manifestación que
pudiera provocar irremediablemente volver la vista hacia el picaporte y despertar la
curiosidad.

Aquella puerta, MÍ puerta, albergaba secretos de los que yo no era siquiera consciente. Habia dentro recuerdos cuyo rostro había desaparecido en el paso del tiempo y sin embargo, ¡qué bien mantenían las sensaciones!, como frascos de colonia sellados herméticamente y concentraban sus (d)olores con el paso de los años.
Y a los recuerdos se les trepaba la migraña, la angustia y la desesperación. Se impregnaban de soledad y de vez en cuando había que sacudirle la tristeza y la nostalgia si por accidente se accedía a la puerta y se encontraban de nuevo los frascos.

¡Cuántos años olvidados!
¡Cuántas imagenes arrumbadas bajo la obscuridad de aquel cuarto! y cuántas películas sin editar quedaban almacenadas unas sobre otras, distorsionando sus escenarios, o sus diálogos, pero ¡qué bien conservaban las emociones! Qué bien las conservaban.
Las conservaban tan bien que daba miedo destaparlos; aún hacían revolcar cada fibra y cada músculo, y mejor no mirarlos por ANGUSTIA A RECORDAR.

Se vive la vida olvidando, y dejando atrás,
se vive la vida olvidando y dejando atrás,
se vive la vida olvidando y creyendo que ya todo ha pasado y cierra uno la puerta de su infancia, o su adolescencia con la ingenuidad de un infante que deja la luz encendida para ahuyentar al coco bajo la cama. Pero no es que uno ignore. Uno aprende a vivir con sus errores, con sus culpas y dolores. Sabe dónde guardarlos para que no hagan daño, y sabe dónde están cuando quiera reprocharse algo y así, alimentar la nostalgia o la melancolía de las cosas que lo formaron a uno.

Para mí lo más ____ siempre ha sido ignorar,
y olvidar, y tratar de no mirar ya atrás. Y utilizar los frasquitos de recuerdos no para lastimarse, sino para recordar a dónde se va y armarse de fuerzas para continuar.

Y sin embargo, el día pasado me atreví a abrir mi puerta, y la cosa fue que no fui cuidadosa y todos mis frasquitos se me vinieron encima y reventaron su envase frente a mis pies: Todo se ha roto.
Y el aroma de los (d)olores combinados escapó por la puerta y se expandía lentamente a los demás rincones de mi persona sin que yo pudiera hacer... nada.







(Cómo me haría bien ver que lloviera, para así saber que no soy la única que gotea)

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