Mi inspiración no te pertenece,
ni a ti, ni a mí, ni aquel que sabe de lo que ambos estamos convencidos.
Mi inspiracion es efímera,
casi instantánea como la respiración de la tierra,
como el parpadeo de la muerte,
como los pasos sigilosos de la bestia que resguarda la prisión de mis dones.
Mi inspiración es la bomba que explota en mi cabeza
y abre puertas a otras realidades
y deja correr los rios de ese liquido caliente que me proporciona movimiento,
vida,
calor.
Yo no puedo manipular mis sentimientos,
convertir la ira en melancolía, la felicidad en lujuria, la soledad en olvido... (A)
Yo no puedo rodearme de cuentos de hadas y polvos mágicos que ayuden a la madurez de mi perverción.
Yo no. No, yo no puedo.
Yo no puedo retirarme después de una estocada en la entrepierna,
después de una pedrada en la mollera,
después de un beso a los pies mi piedra
humedecida en el lago que me dio salida,
abriendo murallas, separando ventanas
mientras detonaba esa pólvora entre los dos polos que me mantienen consciente,
como en el momento en el que mis flores fueron tragadas por animales,
como en el segundo en el que, siendo yo cadáver, me vi venir,
como en el instante en el que la naturaleza termino su último suspiro,
como las efímeras que nacen para reproducir su especie
que ni a ti, ni a mí nos pertenece.
Es aquella anciana, mujer de mis caprichos,
que sabe convencerme que nada fue mio.
ni a ti, ni a mí, ni aquel que sabe de lo que ambos estamos convencidos.
Mi inspiracion es efímera,
casi instantánea como la respiración de la tierra,
como el parpadeo de la muerte,
como los pasos sigilosos de la bestia que resguarda la prisión de mis dones.
Mi inspiración es la bomba que explota en mi cabeza
y abre puertas a otras realidades
y deja correr los rios de ese liquido caliente que me proporciona movimiento,
vida,
calor.
Yo no puedo manipular mis sentimientos,
convertir la ira en melancolía, la felicidad en lujuria, la soledad en olvido... (A)
Yo no puedo rodearme de cuentos de hadas y polvos mágicos que ayuden a la madurez de mi perverción.
Yo no. No, yo no puedo.
Yo no puedo retirarme después de una estocada en la entrepierna,
después de una pedrada en la mollera,
después de un beso a los pies mi piedra
humedecida en el lago que me dio salida,
abriendo murallas, separando ventanas
mientras detonaba esa pólvora entre los dos polos que me mantienen consciente,
como en el momento en el que mis flores fueron tragadas por animales,
como en el segundo en el que, siendo yo cadáver, me vi venir,
como en el instante en el que la naturaleza termino su último suspiro,
como las efímeras que nacen para reproducir su especie
que ni a ti, ni a mí nos pertenece.
Es aquella anciana, mujer de mis caprichos,
que sabe convencerme que nada fue mio.
