antes que

16:33 Unknown 0 Comments

…y la vida,
la realidad se va hinchando,
y se mantiene erecta
sobre mi colchón
y yo me siento sobre ella
y siento como me penetra
y me lleva,
y me doy cuenta
que llevo veinte años estando viva,
veinte años sin dejar de contraer y expandir mis pulmones,
veintiún años,
veintidós años
y aún me siento como una niña.

Más naufraga que navegando,
más perdida, más a la deriva,
más naufragando no por perdida,
sino por saber que tengo un curso;
si no tuviera un curso que seguir
no estuviera naufragando,
estuviera explorando.
¿Desde cuándo dejé de explora la vida?
¿Desde cuándo dejé de navegar guiándome por las estrellas
y comencé a creer en las rutas predispuestas?
¡Patrañas de la vida!
La vida que siendo un océano,
se dispone a recorrerlo a tientas,
siguiendo caravanas de barcos que ya navegaron
todos atrás de todos
como ovejas de rebaño.
¿Desde cuándo me volví tan aburrida?
Enjaulé mi alma  y dejé que fuera sometida
por mi propia  soberbia,
por el ser analítico
y rígido,
sistemático que se me enseñó a ser,
y ahora me cuesta trabajo,
me cuesta mucho trabajo salir
a volar,
y le huyo mucho al vacío,
y a las cosas incompletas,
y a lo incalculable
como el infinito;
y yo siendo poeta y pintora
y músico y bailarina,
yo animal – bestia
en las artes amatorias de la vida,
quise ser civilizado, aprender a
hablar y escribir como los humanos,
quise aprender a andar en dos pies
en vez de ponerme en cuatro
para ofrecer mi libido;
aprender a escribir y leer,
a vestir como se es debido,
y me gustó jugar el juego que todos jugaban,
a ser importantes,
a hacer como que hacía algo sin hacer nada,
a mover la lengua y los labios hablando sin decir nada,
a mirar por encima del hombro.
Me vestí de traje y zapatillas,
aprendí a maquillarme para ocultar mi rostro primitivo y animal;
mis ojos ya no reflejaban los misterios de la vida,
ni mi sudor desprendía los hedores de las libertades.
Dejé de vaticinar el fin de los tiempos
cuando me dispuse a ganar dinero
y no me di cuenta que el mío ya había terminado,
y no había llegado tan lejos,
es más, nunca me moví por más que había aprendido a correr en dos miembros…

Y de todo esto yo me digo:
“Undostres por todos los que a volar aprendimos”
porque el poeta como el artista,
como el ser humano,
merece correr libre por las grietas de la vida.

¿Desde cuándo se domesticó a la bestia?
Ojalá los humanos que no han aprendido a leer,
leyeran esto,
y que no jugaran el juego que juegan todos
y se mantuvieran libres
y no siguieran el ejemplo de nosotros,
y que no hubieran de someterse por ideas
por más buenas que parezcan
y se mantuvieran salvajes,
todos, como bestias.

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